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Pedro Robério de Melo Nogueira

Presidente del Sindicato de la Industria Azucarera y Etanol de Alagoas

OpAA75

Oportunidad para el desarrollo nacional integrado

La orden del día, en la elaboración, construcción y ejecución de procesos y proyectos económicos con alcance social, es su sostenibilidad ambiental y su mayor inserción social. Para ello, los gobiernos y empresas incluyen o exigen, en estos proyectos, el concepto y aplicabilidad de prácticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo.

La necesidad de este gobierno ambiental y corporativo impone la factibilidad de estos emprendimientos con temas de fundamentos en la bioeconomía y bioenergía actual y su perspectiva de futuro, menos por el simplista “políticamente correcto” y mucho más por el “ambientalmente correcto”, contribuyendo a la reducción del efecto invernadero en la atmósfera y la ralentización del cambio climático, que provocan la devastación de inundaciones y sequías, calores y fríos extremos atípicos, volatilidad errática de las estaciones regulares del clima y las implicaciones disruptivas para la organización social de los comunidades, en particular las más pobres.

La humanidad contempló con satisfacción todos los cambios de hábitos, la aceleración del progreso y la reducción de la pobreza con la llegada de la Revolución Industrial, iniciada en el siglo 18, y con la “era del petróleo”, en la segunda mitad del s. el siglo 19, con su apogeo en el siglo 20.

El desarrollo tecnológico, la reducción de costos en los procesos de transformación y la expansión del uso de la energía para mejorar el bienestar cotidiano de las personas se han convertido en los únicos motivadores en el desarrollo para una mayor oferta de estos beneficios. Cabe destacar que la disponibilidad de energía procedente del combustible fósil, el petróleo, almacenada durante miles de años en el subsuelo y en el fondo de los océanos, constituyó el gran avance tecnológico de la civilización de la época.

En este proceso, el uso de combustibles líquidos a gran escala, diesel y gasolina, cobró gran protagonismo para facilitar el movimiento de personas y materiales. El crecimiento acelerado de la población ha exigido cada vez más un mayor consumo en la combustión de estos combustibles, dando como resultado la correspondiente e inevitable liberación de dióxido de carbono a la atmósfera.

Desde entonces, se ha identificado una simetría entre esta descarga de dióxido de carbono y muchos cambios en el comportamiento climático de varias regiones del planeta, generando tragedias y desajustes sociales y agrícolas de grandes proporciones. También es un hecho que esta liberación excesiva de dióxido de carbono vino concomitantemente con la liberación de otros gases provenientes de otras actividades industriales y urbanas que, en conjunto, comenzaron a contribuir a la formación del efecto invernadero, y la contribución decisiva está científicamente comprobada según lo medido por el calentamiento global, la pérdida progresiva de las aguas oceánicas y los reflejos en el derretimiento atípico de las capas polares y en la interrupción del proceso natural de evaporación de las aguas del planeta a la atmósfera.

Como no podía ser de otra manera, la ciencia y la tecnología estaban llamadas a buscar soluciones para inhibir o reducir la velocidad de este proceso negativo para el equilibrio climático del planeta y la consecuente reducción de estos efectos en la vida de las personas.

Así, de forma clara e inequívoca, la biología, la química y la física nos ofrecen la solución a este incómodo problema, con la defensa de un mayor uso de la bioenergía, energías renovables, de fuentes limpias para convertirse en la palanca que hará funcionar los sistemas de la actualidad. tecnología industrial y movilidad social.

El orden, que se impone, de una convivencia civilizatoria socialmente justa y ambientalmente correcta para el equilibrio de nuestro planeta es reducir la huella de dióxido de carbono en el ir y venir de las personas y en los actuales procesos de transformación industrial. La oportunidad, como nunca antes, es brasileña para este proceso histórico, integrado y sostenible de transformación planetaria requerido por todos los comprometidos con el bienestar de los seres humanos.

Brasil, hace medio siglo, desarrolló su biocombustible, el etanol, con gran producción y eficiente sistema de distribución, y está en condiciones de liderar este proceso de transformación, ya sea por la trascendencia de esta experiencia para el resto del mundo, o, sobre todo , por por la importancia que asumió esta actividad en el desarrollo nacional, en la integración regional y en la certificación de la producción del biocombustible etanol de mayor relevancia ambiental en comparación con todos los procesos de motorización de vehículos bajos en carbono en estudio o desarrollo en el mundo.

Los estudios técnicos y científicos ya conocidos por el público, las manifestaciones de la industria automotriz nacional y la opinión fundada de la academia sobre la producción y uso de etanol en Brasil recomiendan concentrar los esfuerzos de política pública y desarrollo tecnológico empresarial en este biocombustible. Sin entrar a discutir, en este momento, aspectos físicos y químicos, nos permitimos destacar:

Por ley, la producción y distribución de etanol en el país pasó a realizarse y calificarse a través de la certificación, por parte de agentes acreditados internacionalmente, como resultado de una metodología exigida por RenovaBio, la Política Nacional de Biocombustibles, a través de la cual se incentiva a los productores a producir sin deforestación y con la menor huella de carbono en su proceso agroindustrial. Por su contenido, esta política representa el mayor programa de descarbonización conocido hoy en día.

En cuanto a la motorización de los vehículos en sí, los coches de combustión flex -fuel propulsados por etanol ya emiten la mitad de dióxido de carbono (60 gramos) en comparación con los vehículos eléctricos en Europa (120 gramos), si se considera correctamente el proceso por el ciclo de vida del combustible.

La adaptación natural y automática de motores de combustión de etanol, con motorización de vehículos eléctricos a través de autos híbridos, es un proceso en uso. La producción de etanol a partir de biomasa de caña de azúcar, resultante de la fotosíntesis, es protagonista de un evento tangible de energía solar.

Los beneficios ambientales que proporciona el etanol en términos de descarbonización son concretos e indiscutibles, convirtiéndose en un facilitador en el cumplimiento de las metas asumidas por Brasil en los Acuerdos Mundiales sobre el medio ambiente y la necesaria adopción de procesos de uso de energía sin estimular el “efecto invernadero”.


El estímulo y la integración que Brasil viene desarrollando con los países africanos y asiáticos para la producción de etanol en estas regiones contribuyen a la reorganización geopolítica global, con miras al desarrollo social y humano. También es digno de mención el hecho de que cada vehículo de etanol es una fuente de hidrógeno verde para alimentar los futuros automóviles propulsados por pilas de combustible.

Además, y no menos importante, el aspecto de la importancia social de esta actividad adquiere notoria relevancia, en nuestra actual etapa de desarrollo económico, por los miles de puestos de trabajo absorbidos y la cualificación profesional que se ejerce. Sin duda, lo “Social” del concepto de prácticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo se presenta de manera destacada y destacada en esta actividad.


Esta masa de empleos, muy relevante en sí misma, se esparce por todas las regiones del país, transformando esta actividad más allá del desarrollo sustentable, en la medida que apoya la integración regional y nacional en los miles de municipios donde se desarrolla la producción.

El inicio de la producción a gran escala de etanol en nuestro país, hace medio siglo, la introducción pionera de los autos flex-fuel hace 20 años, y el avance de la meritocracia en la producción a través de RenovaBio , desde 2018, nos recomiendan como país, a no copiar o importar procesos de motorización que no armonicen con nuestro polo sucroenergético consolidado, por su relevante entrega ambiental, su peso económico y social en la integración productiva nacional y la plena inserción en los conceptos de bioenergía y en los postulados de bioeconomía.