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René de Assis Sordi

Consultor de Tecnología Agrícola en Enercana

OpAA80

La inestabilidad de la producción de caña de azúcar

El término sostenibilidad ha sido ampliamente utilizado en prácticamente todos los sectores productivos y la sociedad. Casi siempre centrado en el medio ambiente y los recursos naturales, abarca un concepto amplio, que incluye cuestiones sociales, energéticas y económicas. En la agricultura tiene un fuerte significado y una importancia aún mayor, especialmente en nuestro sector azucarero-bioenergético.

Me gustaría prestar especial atención ahora a un aspecto que no es menos importante que los demás, a saber, la sostenibilidad de la producción, una prerrogativa de los demás. No oportunamente, estamos viviendo un ejemplo de esta inestabilidad productiva. La cosecha pasada, impulsada por un clima favorable con adecuados volúmenes y distribución de lluvias, tuvimos producción y productividad récord. Regiones desafiantes como Araçatuba y São José do Rio Preto produjeron más de 90 toneladas de caña de azúcar por hectárea, algunas unidades incluso llegaron a más de tres dígitos.

El Centro-Sur produjo un volumen total de 646,6 millones de toneladas de caña de azúcar en la zafra 2023/2024 (abril de 2023 a primera quincena de febrero de 2024), frente a 543,2 millones de toneladas en el mismo período de la campaña 2022/2023, lo que representa un aumento del 19,03%. Pues lamentablemente no se espera confirmar esta producción para la cosecha 2024/2025, con previsiones iniciales de 580 a 590 millones de toneladas.

En cualquier sector productivo, esta inestabilidad genera, además de incertidumbres en materia de marketing, inversión y planificación, un inevitable aumento de costos. Pero ¿qué ha causado esta inestabilidad, tanto en la producción de caña como en el contenido de sacarosa?

Ya hemos destacado con más detalle en un artículo anterior algunos de estos principales motivos, como el clima inestable y desfavorable con veranos más intensos y sequías prolongadas, el aumento de pérdidas de plantas e impurezas durante la recolección y fracasos y el elevado consumo de plantones durante la plantación, la ampliación por ambientes edafoclimáticos desfavorables, el envejecimiento del cañaveral, el aumento de la edad promedio, con reducción del porcentaje de renovación y siembra, la pequeña renovación del stock varietal y el aumento de plagas y enfermedades, entre otros.

También hemos comentado anteriormente que una gestión adecuada y correcta puede ayudar a aumentar la productividad. Pero ¿cómo podemos mitigar directamente los deflactores de nuestra producción? Sin duda, el clima, más concretamente el estrés hídrico, es el principal y más difícil reto de mitigar. El riego ha vuelto a convertirse en una de las herramientas más discutidas que podemos utilizar para garantizar la sostenibilidad de la producción, así como la longevidad de los cañaverales.

No hace mucho, asociábamos el riego sólo a regiones con un déficit hídrico muy pronunciado, o un régimen de precipitaciones muy concentrado, como el Nordeste brasileño o el norte de Goiás, e incluso condiciones semiáridas. Muchos de nosotros fuimos a visitar el riego en el desierto peruano para animarnos a adoptarlo en nuestras propias condiciones.

Afortunadamente, este paradigma se ha roto. En investigaciones recientes y en áreas semicomerciales, pudimos verificar las respuestas económicas en la productividad del riego de rescate, incluso en regiones tradicionales como Ribeirão Preto. El rescate mediante aspersión con profundidades de agua de 40 a 60 milímetros, con el tiempo de espera correcto, garantiza no sólo la brotación de los retoños y la producción del siguiente corte, sino sobre todo una mayor longevidad del cañaveral y un mejor manejo de la cosecha.

El riego pleno o deficiente, por goteo o por pivotes, también ha traído resultados económicos sorprendentes, poniendo en valor el uso racional del agua, sin duda uno de nuestros recursos más preciados. Muchos grupos de nuestro sector han dedicado cada vez más atención al riego, implementando grandes proyectos en algunas regiones, apuntando así a estabilizar su producción, incluso en años desfavorables.

Entre la mitigación del efecto nocivo del clima también podemos mencionar el uso de inhibidores de floración en años de mayor inducción y el uso intensivo de maduradores químicos, fisiológicos y nutricionales para mejorar los niveles de Azúcares Reductores Totales al inicio y mitad de la cosecha. En el sector varietal es necesario intensificar el uso de aquellas que presenten una buena brotación, así como un enraizamiento abundante y profundo y una alta población de tallos por superficie.

El porte erguido y la cosechabilidad son características fundamentales para reducir las pérdidas e impurezas de plantas y minerales durante la cosecha. No podemos pensar en la sostenibilidad de la producción si no adoptamos medidas urgentes y eficientes de control de plagas, como Sphenophorus levis, que ha ampliado y perjudicado el desarrollo de nuestros campos de caña de azúcar.

En el sector de la nutrición y fisiología, cada vez necesitamos mejorar las condiciones de enraizamiento de las matas, ya sea en la parte física, mejorando la preparación y descompactación del suelo, o en la parte química y fisiológica, mediante el uso de insumos que mejoren la emisión de raíces. y su profundización. El uso de ácidos húmicos y fúlvicos, promotores del crecimiento y enraizamiento, hongos y bacterias solubilizantes de nitrógeno y fósforo, y una amplia gama de nuevos agentes que actúan sobre la fisiología y los procesos metabólicos de la planta, pueden proporcionar mitigación de los efectos del estrés hídrico y nutricional.

Para garantizar y medir esa sostenibilidad productiva, propongo que las unidades productivas comiencen a tener como uno de los parámetros a utilizar la producción o emisión de créditos de descarbonización. No sólo en llenar el RenovaCalc, sino también en construir la cantidad de créditos de descarbonización generados, parcela por parcela, año tras año. No podemos olvidarnos de fomentar todas estas medidas y consideraciones entre los productores independientes o, como todavía los llaman algunos, proveedores de caña de azúcar, responsables de casi el 30% de nuestra producción.

Para concluir nuestra opinión, sugerimos también seguir prestando atención a una serie de procedimientos, actitudes y procesos que forman parte de la sostenibilidad en su conjunto y que los organismos gubernamentales y financieros han esperado de nuestro sector, tales como: mantenimiento de Áreas de Preservación Permanente y reforestación; preservación de activos biológicos y mejoras en la lucha contra incendios; uso reducido de agua en procesos industriales; reducción de la labranza y conservación del suelo; uso racional de insumos y mayor aplicación de residuos; mayor uso de bioinsumos y control biológico; la rotación de cultivos; disminución del tránsito en el campo cañero; racionalización del uso de neumáticos; Reducción del consumo de diésel.

Este último punto merece una mención especial, ya que sigo considerándolo un importante “talón de Aquiles” de nuestro sector. Necesitamos urgentemente reducir el consumo de diésel, ya sea mejorando los rendimientos y los procesos agrícolas, o reemplazándolo por biometano en la flota de camiones, tractores e incluso cosechadoras. Un sector que consume en promedio de 5 a 6 litros de diésel para producir una tonelada de caña de azúcar y, en consecuencia, etanol, nuestro combustible de la matriz energética más limpia y sustentable del planeta, no suena del todo coherente.