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Antonio Cesar Salibe

Presidente Ejecutivo de la Unión Nacional de Bioenergía

OpAA75

El comienzo de la realidad

A punto de cerrar la zafra 2022, 2023 en la principal región productora de caña de azúcar de Brasil, el Centro-Sur, nos enfrentamos a números, en cierto modo, “aterradores” en algunos aspectos, principalmente en lo que se refiere a la productividad de nuestros cañaverales, la principal materia prima del complejo bioenergético para la producción de azúcar, etanol y bioelectricidad.

Datos del Plan Decenal de Expansión Energética 2032 de la Empresa de Investigaciones Energéticas, vinculada al Ministerio de Minas y Energía, muestran que el país deberá cosechar, en la presente campaña, unas 583 millones de toneladas de caña de azúcar, en un área territorial de alrededor de 8,2 millones de hectáreas y una productividad promedio de 71 toneladas de caña de azúcar por hectárea.

También considerando una proyección para los próximos 10 años, que hace que la producción de etanol salte de 31 mil millones de litros (cifras para 2022 proyectadas por el Plan de Expansión Energética de Diez Años) a 47 mil millones de litros en 2032, vemos la importancia de una agenda cada vez más apremiante que es basado en el crecimiento vertical de nuestro sector, con una mayor productividad combinada con cada vez más inversiones en nuevas tecnologías y sistemas de producción.

Desde hace más de una década vengo defendiendo, aunque sea exhaustivamente, que necesitamos una política pública, y financiación privada, para que nuestros institutos de investigación se vean estimulados a trabajar con más fuerza en los entornos productivos, que hoy son los principales cuellos de botella de nuestra baja productividad.

En diciembre pasado, para citar un episodio reciente, participando como invitado en la comisión responsable de la transición gubernamental del presidente Lula, pude defender, nuevamente, ante un público muy selecto, la creación de una Embrapa Cana, un organismo que pudiera agrupar a los diferentes Embrapas , que actualmente investigan la caña de azúcar de forma descentralizada.

La entonces Senadora y Exministra de Agricultura, Kátia Abreu, acompañada del actual Ministro de Agricultura Carlos Henrique Fávaro, entre otras autoridades, se sorprendieron incluso por la inexistencia de Embrapa Cana, considerando el protagonismo brasileño cuando el tema es el etanol y su aporte, más que reconocido, a nuestra matriz energética.

Esta unidad de Embrapa Cana, que incluso podría tener una sede física apoyada por la Unión Nacional de Bioenergía para la unión de investigadores que ya trabajan en caña de azúcar, y áreas experimentales al aire libre, en los asociados de la Unión Nacional de Bioenergía, con experiencia en nuestro sector, podría demandar investigaciones, por ejemplo, sobre temas que hoy son muy importantes y decisivos para nuestro segmento, como el espaciamiento ideal entre cañas; la fertilización necesaria para cada tipo de suelo y variedad específica de caña de azúcar; sistemas de cosecha mecanizados con menor impacto en la compactación del suelo; control de plagas y enfermedades en el nuevo sistema donde se deposita la paja en el campo; por nombrar unos cuantos.

Lo que tenemos hoy son excelentes institutos de investigación que se dedican a ofrecernos las mejores variedades de caña de azúcar, cada vez más resistentes a algunos factores, como clima adverso, estrés hídrico, enfermedades plagas, entre otros, pero no tenemos nada, o casi nada, cuando la el tema se vuelve hacia los sistemas de producción diferenciados.

Cabe destacar, por ejemplo, la gran esperanza puesta por todo nuestro sector en el lanzamiento de Semillas de Caña de Azúcar, actualmente estudiadas por el Centro Tecnológico de la Caña de Azúcar, que pueden representar enormes ganancias para el logro de nuestros objetivos, pero que, a nuestro entender, debe acelerarse para resolver otro cuello de botella importante.

A Embrapa Cana, como tenho defendido, e colocado até nossa União Nacional da Bioenergia como apoiadora no que for preciso para sua implantação, poderia significar uma alavanca essencial para esse aumento de produção, estimado pela Empresa de Pesquisa Energética em mais de 50% nos próximos 10 años.

Paralelamente a estos esfuerzos, que como dije antes, exigen políticas públicas e incentivos para que el sector privado emprenda este camino, seguimos dando grandes pasos en la producción de etanol de maíz y etanol lignocelulósico , el conocido segundo -generación de etanol.

Aún con datos del Plan Decenal de Expansión Energética 2032, vemos la proyección de la Empresa de Investigación Energética para la oferta en 10 años, de los actuales 4.400 millones de litros de etanol de maíz (según datos de la Unión Nacional de Etanol, de Maíz) a 9.100 millones de litros del cereal, además del uso del bagazo y la paja de la caña de azúcar para producir otros 560 millones de litros de etanol celulósico en una década.

Todo esto también se justifica cuando vemos las proyecciones del Ministerio de Minas y Energía de que el etanol puede aumentar su participación en el ciclo Otto del 44% actual (2022) al 55% (2032).

Si a esta ecuación le sumamos la demanda de etanol para su participación efectiva en la ruta de la motorización híbrida flex-fuel, como solución al proceso de electrificación más efectivo en la actualidad, vemos cuánto nuestro sector realmente demanda investigación y tecnologías que promuevan nuestro crecimiento, no solo de manera horizontal, en la expansión de las áreas cultivadas, sino principalmente en el crecimiento vertical, con ganancias de productividad que se traducirán en una mayor competitividad.

Para cerrar el ciclo, aún, y no menos importante, contamos con la huella ambiental, hoy cada vez más en boga con la adopción de prácticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo, muy presentes en toda la cadena de la bioenergía. Seguramente somos la mejor alternativa energética a corto plazo para la movilidad sostenible, y el mundo ya se ha fijado en ello, como lo demuestra el aumento de la producción y las políticas públicas de etanol en casi todos los continentes, destacando Asia (con China y Japón con mezclas regulatorias); en Europa (con la Directiva de Energías Renovables); en los Estados Unidos (con el Estándar de Combustible Renovable); y, más recientemente, con India aumentando su mezcla de etanol en gasolina al 20%.

Pensando en dar mayor visibilidad a este aspecto tan importante de la ecuación que hace que nuestro etanol sea ambientalmente correcto, socialmente justo y económicamente viable, la Unión Nacional de Bioenergía creó, en 2021, el Premio Unión Nacional de Bioenergía, Embrapa de Buenas Prácticas Ambientales y, en 2022, el Sello de Buenas Prácticas Ambientales de la Unión Nacional de Bioenergéticos , reconociendo el trabajo de sostenibilidad del día a día de nuestros asociados.

Cierro estas breves reflexiones con un tono optimista, que he adoptado a lo largo de mi carrera de más de 50 años, culminada con el trabajo de la caña de azúcar el pasado mes de enero, parafraseando a Miguel de Cervantes, en El Quijote: “Cuando uno sueña solo, es sólo un sueño. Cuando soñamos juntos es el comienzo de la realidad". Tengo la esperanza de que, con el esfuerzo de todos, podamos avanzar un paso más hacia la sostenibilidad de nuestro planeta.