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Hugo Cagno Filho

Presidente de la UDOP

OpAA79

Hacia un futuro sostenible

Listos para iniciar un nuevo ciclo de cosecha y producción para la cosecha 2024/25, volvemos a vivir el dilema de la estacionalidad, alternando años buenos con cosechas excelentes, como la 2023/24, con años desafiantes, como el que estamos por comenzar ingresar.

La mayoría de las veces, esta estacionalidad considera factores climáticos que se alternan año con año y cuya previsibilidad es cada vez más difícil de lograr. Por tanto, esperamos que San Pedro y Dios, brasileño como es, puedan intervenir a nuestro favor. Años excepcionales nos traen recursos para renovar cañaverales, tratamientos culturales más adecuados, ampliar áreas, buscar nuevas tecnologías y financiar investigaciones para ampliar nuestro portafolio, entre otros. Sin embargo, los períodos de escasez exigen una optimización de los gastos, con una reducción, especialmente, de las renovaciones de los cañaverales, de las prácticas culturales y, en consecuencia, de las expectativas para las próximas cosechas. Se inicia un ciclo constante de altibajos.


Una estrategia utilizada por otros vínculos del mercado es agregar valor al producto final. Es fundamental para las empresas que quieren destacar en el mercado, satisfacer las expectativas de los consumidores y mejorar su rentabilidad. Por lo tanto, implica un enfoque holístico que considera diferentes aspectos de la producción, la calidad y las relaciones con el consumidor.


Entendemos agregar valor como el proceso de transformar un recurso o insumo inicial en un producto final más valioso, ya sea a través de mejoras en la calidad, utilidad o percepción del consumidor. El concepto se aplica en una variedad de industrias y sectores, incluidos la agricultura, la manufactura y los servicios.


En más de 500 años de historia, nuestra industria azucarera, desde el Brasil Colonial, se reinventó y agregó valor. Pasamos a la industria azucarera y alcohólica, cuando introdujimos la producción de alcohol en nuestras plantas; para la bioenergética, cuando utilizamos bagazo y luego paja de caña para producir energía a través de biomasa; para la producción de etanol de segunda generación, a partir de residuos previamente descuidados o mal utilizados; para biogás mediante biodigestores; para el plástico verde, entre otros.


Este valor agregado involucra numerosos frentes, como la mejora de la calidad, inversiones en innovación tecnológica, diversificación de productos, sostenibilidad ambiental, personalización, eficiencia productiva, certificaciones y cualificaciones, sostenibilidad, entre otros.


Es imperativo que nuestro sector se reinvente constantemente, centrándose en nuevos enfoques para garantizar la seguridad frente a las incertidumbres climáticas y ambientales. Somos expertos en el proceso de transformación energética y enfocarnos en nuevos frentes nos traerá la seguridad necesaria para un círculo virtuoso.


A veces he sostenido que debemos romper el estigma de 600 millones de toneladas de caña de azúcar por zafra. Parece increíble cómo siempre estamos alrededor de ese número. Cuando lo superamos, como ocurrió en la cosecha 2023/24, que, al año siguiente, volvemos a situarnos unas décimas por debajo de este techo. Romper este ciclo requiere que agreguemos valor a nuestra cadena y rompamos esta burbuja con inversiones sólidas y permanentes.


Hoy en día se habla mucho del uso del etanol para otros fines además del simple combustible. Podemos añadir valor como fuente de hidrógeno necesaria para impulsar los coches eléctricos del futuro (y por qué no decir del presente), o incluso para usos más nobles, como combustible de aviación sostenible e incluso navegación, operaciones que abrirían un camino infinitamente más amplio. mercado más grande, incluyendo nuestra capacidad de producción actual.


Creer que esta ampliación del portafolio de la cadena cañera es el futuro de nuestro sector es de crucial importancia, pero esto requiere una visión de largo plazo, con los pies bien puestos en el presente y en la supervivencia de nuestras plantas.


Analizando la historia de la captura de imágenes, por ejemplo, nos damos cuenta de que la evolución partió de mecanismos primitivos hasta llegar a las cámaras de alta calidad de los smartphones actuales. Asimismo, anticiparse al futuro es fundamental para el éxito. Necesitamos visualizar cómo podemos agregar aún más valor a nuestra cadena y ampliar nuestro portafolio, adaptándonos a las crecientes demandas globales y buscando la excelencia en nuestras prácticas.


Si sólo pensamos en el futuro cuando llegue, estamos condenados al fracaso. Necesitamos prever, imaginar las posibilidades de agregar aún más valor a nuestra cadena y ampliar nuestro portafolio, manteniendo en nuestros estantes una gama de productos y subproductos que puedan satisfacer las crecientes demandas globales y hacernos excelentes en lo que hacemos. Quizás, de esta manera, finalmente podamos romper el ciclo constante de la estacionalidad, ampliando nuestros horizontes hacia un futuro más sostenible y humano.