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Luciano Rodrigues

Director de Economía e Inteligencia Estratégica de UNICA e investigador del Observatorio en Bioeconomía de la FGV-EESP

OpAA77

Estabilidad, complejidad y eficiencia definirá el futuro de la industria sucroenergética

La estabilidad regulatoria, la mayor complejidad de los negocios, las innovaciones y la eficiencia productiva deben guiar el futuro de la industria sucroenergética. En el ámbito institucional, es evidente que hemos evolucionado sustancialmente en los últimos años. Hace una década, el país contaba con el cierre de ingenios por la errónea política de precios e impuestos aplicada a los derivados para controlar la inflación en el mercado interno.

En ese momento, no había ningún instrumento de política pública para equiparar la elección entre el costo actual más alto de los combustibles renovables y la carga futura derivada del uso continuado de combustibles fósiles.

En este ámbito, cabe destacar los avances observados en los últimos cinco años. Por un lado, se aprobó e implementó la Política Nacional de Biocombustibles (RenovaBio), que estableció un marco audaz para reconocer y valorar la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que promueven los biocombustibles. El mencionado sistema también trajo lineamientos sobre el papel de la bioenergía en la matriz nacional, a través de la definición de metas de descarbonización a diez años.

Además de esta estructura creada por RenovaBio, la aprobación de la Enmienda Constitucional 123 de 2022 también incorporó en el capítulo ambiental de la constitución brasileña la necesidad de una carga fiscal diferenciada para los biocombustibles que compiten directamente con los combustibles fósiles.

Así, actualmente la institucionalidad vigente en el país cuenta con dos de los principales instrumentos propugnados a nivel mundial para equiparar las fallas de mercado presentes en la competencia entre energías fósiles y renovables: el impuesto al carbono y el sistema de comercio de emisiones.

De hecho, el requisito impuesto por la Enmienda Constitucional 123 de 2022 establece una lógica similar a la que generan los impuestos al carbono en el mercado de combustibles (los productos con mayores emisiones de Gases de Efecto Invernadero deben recibir una mayor carga tributaria). La presencia de créditos de descarbonización, a su vez, remite a una estructura alineados con los sistemas de comercio de emisiones, en el que se imponen objetivos de reducción de emisiones con precios del carbono a través del mercado.

El desafío ahora es ofrecer estabilidad a las reglas actuales, garantizando seguridad para nuevas inversiones en bioenergía. Esto se debe a que, en los últimos meses, estos instrumentos han sido distorsionados por la alteración unilateral de las fechas de cumplimiento de las metas de RenovaBio, los numerosos cambios en las tarifas y el sistema de impuestos aplicados a los combustibles en el país.

Estos cambios imprevistos en el marco actual dificultaron en gran medida el funcionamiento del mercado de créditos de descarbonización y la competitividad del etanol en el sector de los combustibles.

La estabilidad normativa implica disciplinar la directriz dada por la Reforma Constitucional 123 de 2022, evitando que malas interpretaciones desvirtúen el dispositivo establecido por el Congreso Nacional. En el caso de RenovaBio, es necesario mejorar la gobernanza para la definición y cambio de metas de descarbonización, además de mejoras en el sistema de negociación de créditos de descarbonización. Además, es fundamental preservar la transparencia y la alineación del mercado en la fijación de precios internos de los derivados en el país.

Estos cambios incluyen el debate de la reforma tributaria, la discusión sobre el nuevo mercado de carbono y la próxima fase de la política aplicada al sector automotriz en Brasil.

Además de esta necesidad de minimizar la incertidumbre regulatoria, el futuro requerirá un mayor compromiso de la cadena sucroenergética ante la creciente complejidad de los negocios. El sector del azúcar y del etanol de caña de azúcar en el pasado es ahora el sector del etanol de caña de azúcar, etanol de maíz, etanol de segunda generación, bioelectricidad, biogás y biometano. En el futuro, también podría ser el sector de la bioenergía con captura de carbono, hidrógeno renovable y combustible de aviación sostenible, por ejemplo.

La multiplicidad de soluciones en el mundo de la energía y estas alternativas diferenciadas que ofrece la bioenergía en Brasil establecerán interconexiones sectoriales aún no presenciadas por la cadena azúcar-energía.

En la movilidad de los vehículos livianos, por ejemplo, la competencia histórica entre el etanol y la gasolina ganará nuevos contornos con las tecnologías automotrices, que incorporarán a este mercado distintas fuentes de energía eléctrica (eólica, fotovoltaica, hidráulica, etc.) en el mediano plazo, y nuevos productos como el hidrógeno en el futuro, este último también podría producirse a partir de diferentes rutas con combustibles fósiles y diferentes opciones renovables.

La sustitución del queroseno fósil por combustibles sustentables en la aviación también establecerá una nueva disputa por el mercado entre las diferentes rutas y materias primas que se pueden adoptar para la producción de bioqueroseno (etanol, aceite vegetal, biomasa, entre otros). Adicionalmente, la cadena será testigo de los mismos dilemas de precios y regulación observados entre el etanol y la gasolina en el caso del gas natural y el biometano.

Esta misma lógica también se aplica cuando el análisis se remonta al sistema productivo. La interrelación entre los mercados de azúcar, etanol, piensos, granos, salvado, aceites y electricidad, por ejemplo, deberá intensificarse en el futuro, así como la competencia agrícola entre los diferentes cultivos utilizados para la producción de biocombustibles.

Il est impératif que la chaîne sucre-énergie continue à rechercher des gains d'efficacité économique et d'efficacité énergétique-environnementale dans les années à venir, avec de nouvelles technologies dans le domaine agricole et des innovations dans l'industrie.

En última instancia, esta mayor competencia aumentará el desafío de una producción eficiente. La cadena azúcar-energía necesitará producir más energía, a menor costo y con menores emisiones de gases de efecto invernadero, además de ampliar el portafolio de productos elaborados a partir de la energía captada por la biomasa en el campo.

En este contexto, el componente ambiental, visto como un diferencial de los biocombustibles frente a los combustibles fósiles, será sólo un atributo más en la disputa por el mercado con otras renovables.

Es imperativo que la cadena azucarera-energética siga buscando ganancias en eficiencia económica y eficiencia energético-ambiental en los próximos años, con nuevas tecnologías en el área agrícola e innovaciones en la industria.

Si, por un lado, la humanidad necesitará de todas las soluciones disponibles para enfrentar la emergencia climática global, por otro lado, es seguro que esta demanda potencial requerirá un esfuerzo redoblado de la cadena azucarera-energética para surfear la ola de la baja economía del carbono.