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Manoel Pereira de Queiroz

Director de Mapa Capital

OpAA78

Tendencias globales y buena gobernanza

El cambio constante es un hecho inevitable, no hay forma de ignorarlo. La única certeza que podemos tener es que todo cambiará y, por eso, en nuestra empresa, en nuestra comunidad y en nuestra familia, tenemos que estar preparados para ello. Los cambios se están produciendo en nuestra sociedad a un ritmo cada vez más rápido.

Entramos en el siglo I montando a caballo y terminamos el siglo 19 de la misma manera. Sin embargo, 69 años después estábamos caminando sobre la luna. Desde entonces, la velocidad del cambio no ha hecho más que aumentar. Internet, móviles, big data y la inteligencia artificial son cosas que sólo se imaginaban en las mejores películas de ciencia ficción. Este solo hecho hace que las decisiones estratégicas sean cada vez más difíciles. Las tendencias globales pueden cambiar repentinamente y las nuevas tecnologías pueden afectar violentamente a los negocios.

La solución para sobrevivir en este mundo VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) es la calidad de la toma de decisiones. Una buena toma de decisiones, como veremos, sólo es posible cuando analizamos correctamente los riesgos y oportunidades, de forma amplia y plural, en el contexto de cada empresa. El sector sucroenergético, en general, tiende a beneficiarse de las macrotendencias globales.

El mundo tiende a acelerar los compromisos climáticos, con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que obviamente beneficia a los biocombustibles, especialmente al etanol. Según la información disponible, el etanol es la mejor materia prima para nuevas rutas energéticas, como el combustible de aviación sostenible, y la pila de hidrógeno, como propulsor de vehículos urbanos ligeros. Según las proyecciones, se espera que la población mundial siga creciendo hasta 2100, lo que, combinado con una fuerte urbanización (se estima que, en 2050, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades), aumenta la demanda de alimentos, incluido el azúcar. Este crecimiento también impulsa la demanda de energía, para la cual tanto el etanol como la biomasa pueden ser parte de la solución.

Por otro lado, también están presentes algunas amenazas, entre ellas: el eterno dilema de la competencia entre el uso de la tierra para la producción de alimentos y otros fines; el surgimiento de tecnologías disruptivas competidoras; un posible retroceso en la globalización debido al aumento del proteccionismo; y una tendencia de los consumidores a beneficiarse de los productos locales.

Todo ello, sin considerar cambios geopolíticos relevantes, que pueden alterar la cadena de suministro y priorizar intereses estratégicos internos en detrimento de soluciones más viables técnicamente.

A estas amenazas se suma la voluntad del consumidor. Este tipo no siempre opta por el producto mejor probado. Las decisiones individuales no siempre son racionales. Las personas, la mayoría de las veces, no consumen con el cerebro, sino con el corazón. ¿Por qué comprar un bolso Louis Vuitton cuando otro más económico cumple la misma función? ¿Por qué comprar un coche eléctrico?

Hace poco, en un acto, escuché a un ponente declarar que “quien compra un coche eléctrico ya no lo cambiará por un vehículo de combustión”. No importa si demostramos que el etanol es más sostenible, que es la solución para Brasil por sus dimensiones continentales, etc.

Lo que importa es la percepción de valor que tiene el consumidor, ya sea por la mayor potencia del motor, el silencio o cualquier otra característica. Cuando se le preguntó sobre la infraestructura necesaria, el ponente recordó que en los inicios de los teléfonos móviles tampoco teníamos infraestructura y que la demanda obligaba a realizar inversiones rápidas. Me quedé impactado. Me di cuenta de que tal vez no había mirado la situación desde todos los ángulos posibles.

Sin juicio de valor, es decir, sin entrar en si el hablante tenía razón o no, este es sólo un ejemplo que muestra que, cuando tomamos decisiones, tenemos que mirar el tema desde todos los ángulos.

El problema es que, en general, todos tenemos sesgos, fruto de nuestras creencias o incluso deseos. Sin darnos cuenta, tendemos a buscar aquellos argumentos que refuercen y den un aspecto racional a nuestros puntos de vista, ignorando los argumentos en contrario. No es raro que nos expongamos a un entorno que también tiende a reforzar estos puntos de vista. En el mundo VICA, esta podría ser la diferencia entre sobrevivir o morir.

Otro aspecto curioso en la toma de decisiones es que tendemos a sobreestimar el retorno y subestimar los riesgos. En una inversión, por ejemplo, podemos acertar con el valor del capex, pero es un error común subestimar la necesidad de capital de trabajo para un proyecto, así como el momento del flujo de caja. Y el momento oportuno, a veces, lo es todo. ¿Quién no recuerda la primera década del siglo, cuando los retrasos en la liberación de financiación del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social y los retrasos en la entrega de equipos por parte de las industrias de bienes de capital obligaron a las plantas a retrasar el inicio de su generación de efectivo en ¿más de un año? ¿Cuántas de estas empresas se quedaron en el camino debido a esto?

Por tanto, la calidad de la toma de decisiones en una institución es fundamental para garantizar su desempeño y perpetuidad. Una empresa con un gobierno robusto, que cuenta con un directorio activo, con responsabilidades bien definidas y diversidad entre sus miembros, tiende a tomar mejores decisiones que aquellas en las que la decisión es monocrática. En el pasado, una sola persona podía almacenar suficiente conocimiento para tomar decisiones ganadoras.

En un mundo como el actual, esto es prácticamente imposible. Es necesario tener en las corporaciones gente que piense diferente, que tenga diferente formación y que aporte lo contradictorio. Necesitamos escuchar lo contradictorio, aunque nos moleste.

Una forma eficaz de lograrlo es contratar asesores profesionales e independientes. cuya experiencia en otras áreas pueda aportar significativamente a la organización. Tenga en cuenta que existe una diferencia entre un asesor independiente y un asesor externo. El asesor externo, aunque provenga del exterior, puede representar a un socio o a un grupo de socios. El asesor independiente es quien representa los intereses de la empresa (desempeño y perpetuidad) y, por tanto, no debe tener ningún conflicto de intereses para desempeñar su función.

Otra buena práctica es la existencia de comités que puedan asesorar a la dirección y al consejo de administración de la empresa, en particular: comité de auditoría, comité de recursos humanos y comité financiero. La existencia de comités permite a sus miembros centrarse en cuestiones más específicas. Estos comités también podrán contar con expertos externos.

Como hemos visto, el sector azucarero-energético tiende a beneficiarse de las macrotendencias globales; sin embargo, el futuro nunca está garantizado. Es fundamental que las instituciones, ya sean gobiernos, asociaciones o empresas, realicen constantemente análisis, no sólo de las oportunidades que generan estas tendencias, sino también de los riesgos, así como de sus mitigantes. La buena gobernanza permite que las decisiones tomadas en base a estos análisis sean más exitosas.