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Jairo Antonio Mazza

Director de Atenas Agrícola

OpAA73

Automatización que permite la gestión del suelo

En discusiones técnicas que comparan la evolución temporal de la productividad del grano con la de la caña de azúcar, en la última década, los resultados son muy desfavorables para el sector cañero. Mientras que en el manejo de suelos en el sector de granos, cada vez más, se suman prácticas de construcción de la fertilidad del perfil del suelo y cosechadoras de decenas de hileras de cultivos, lo que implica una reducción de la compactación y, a la vez, redunda en un aumento de la sistema radicular de las plantas, el cultivo de caña de azúcar está sometido a una compactación intensificada, con reducción extrema del sistema radicular.

Agrega que, en esta comparación con el sector de granos, la producción a sacar de los cultivos de soja es de 3 a 5 toneladas por hectárea, de maíz de 7 a 10 toneladas por hectárea y de caña de azúcar de 70 a 100 toneladas por hectárea. En cuanto a la cosecha de caña de azúcar, en el antiguo escenario de zafra, corte manual con cascarilla, el conjunto de zafra, constituido por el cargador y camión o tractor con compartimento de carga, transportaba, en una sola pasada, la producción de cinco líneas de caña.

En el nuevo escenario, el conjunto “cosechadora + tractor con transbordo” recorre los cultivos línea a línea, posicionando dos veces la cinta cosechadora entre líneas y dos veces las ruedas de transbordo, es decir, diez veces más, procediendo a la recolección y transporte de alta densidad con caña picada de las líneas individuales. También cabe señalar que el período de zafra de la caña de azúcar se extendió a los meses de mayor humedad del suelo (marzo a abril y noviembre a diciembre).

Así, diferencias significativas entre las cosechas en el período con lanzamiento de fuego y sin lanzamiento de fuego, aunque actualmente con una ganancia ambiental importante e incuestionable, potenciaron exponencialmente la compactación del suelo, lo que implica una reducción drástica en el desarrollo del sistema radicular, lo que se traduce en una menor infiltración. de las precipitaciones, con aumento del déficit hídrico por menor aprovechamiento de las precipitaciones, menor aprovechamiento de los nutrientes contenidos en el suelo y de la fertilización, mayor impacto negativo de las plagas del suelo y menor eficiencia en el control de malezas, por la lentitud de la sombra entre los líneas, lo que resulta en una disminución de la productividad y la longevidad de los cultivos. Además, debido a la reducción extrema de la conductividad hidráulica de la superficie del suelo, una mayor producción de escorrentía, haciendo obsoletas las prácticas de conservación de suelo y agua, basadas exclusivamente en el aterrazamiento, especialmente las terrazas que no pueden ser atravesadas por el sistema mecanizado (sin transeúntes).









Por lo tanto, actualmente, el principio básico a adoptar para el mayor desarrollo del sistema radicular y la mejor conservación del suelo y el agua es la adopción de proyectos de sistematización que permitan el posicionamiento del juego de ruedas (cintas transportadoras de cosechadoras y ruedas de transbordo) exactamente en el interlineado de las plantas, mediante tecnología de piloto automático, levantamientos planiotimétricos detallados factibles a gran escala y Software de Geoprocesamiento, agregando además información morfológica, física, hídrica y química de los perfiles de suelo.

Aliado al objetivo de estimular y preservar el desarrollo ulterior del sistema radicular, las áreas con proyectos de alineaciones más rectas o arcos alisados deben posicionarse para la cosecha en los extremos de la cosecha, tercio inicial y tercio final, ya que, en estos períodos, los suelos están con humedad y, por tanto, con máxima friabilidad, es decir, mayor susceptibilidad a la compactación. Las zonas con proyectos de mayor angularidad, surcos en arcos más cerrados con tendencia a nivelarse, se deben posicionar a mitad de cosecha, ya que, debido a la presencia de menor humedad, los suelos se encuentran en máxima cohesión y, por tanto, menos sujetos a niveles severos de compactación.

Concomitantemente con estos criterios a ser adoptados en la planificación y con el objetivo de optimizar el consumo de agua pluvial del cultivo de la caña de azúcar, suelos de Capacidad de Agua Disponible intermedia al inicio de la zafra, suelos con Baja Agua Disponible a mitad de la zafra y suelos con alta Capacidad Hídrica Disponible y con menor susceptibilidad a la erosión al final de la campaña, respetando así el criterio de optimización del agua disponible en los perfiles de suelo y el coeficiente de consumo de agua del cultivo de caña de azúcar (KC). En base a estas definiciones se asignan las variedades, permitiéndoles expresar un mayor porcentaje de su potencial genético.

Por lo tanto, se recomienda que la planificación del manejo del cultivo de la caña de azúcar comience con la planificación de la cosecha, la cual se realiza asociando un conjunto de áreas, si es posible con proximidad geográfica y con las características apropiadas (suelo, sistematización y KC), definiendo los bloques de cosecha.

Cabe señalar que se puede adoptar el desplazamiento de áreas durante los meses de zafra ( teoría del tercer eje), a fin de obtener una mayor edad cronológica de los cañaverales, con posibles incrementos de Azúcar Total Recuperable por tonelada de caña, siempre que los principios considerados, es decir, si se desplazan áreas con suelos de baja Capacidad de Agua Disponible y/o sistematización con mayor angularidad; al año siguiente, el impacto negativo sobre la brotación y el vigor de los retoños y, en consecuencia, sobre la productividad puede ser bastante elevado.

Luego de la planificación de la cosecha, se elabora el plan de siembra, en base a las características del suelo. Posteriormente, se realiza la planificación de la preparación del suelo, adoptando tecnologías que buscan, fundamentalmente, la máxima profundidad del sistema radicular, mediante la eliminación eficiente de las restricciones físicas y químicas, que coinciden con la máxima infiltración de agua proveniente de las precipitaciones.


Se recomienda el uso de cubiertas vegetales de rápido desarrollo, principalmente en suelos con mayor erosionabilidad, admitiéndose también cubiertas vegetales de menor velocidad de desarrollo, siempre que se encuentren en suelos con menor susceptibilidad a la erosión. La preparación del suelo en profundidad, que aumenta la conductividad hidráulica del perfil, debe realizarse preferentemente en fajas, con o sin meiosi, complementando con alta eficiencia la práctica mecánica de conservación de suelo y agua basada exclusivamente en el aterrazamiento.

Dependiendo de la época del año, de las características morfológicas y físico hídricas de los suelos y de las características topográficas, aliadas a la cobertura vegetal y, sobre todo, a la adopción de labranza en franjas, la adopción de terrazas puede ser minimizada o incluso sustituida. Con este nuevo concepto de ordenar la planificación agrícola, realizada con al menos 3 a 5 años de anticipación, se optimiza la adopción de tecnologías disponibles y el desempeño de las operaciones agrícolas, tanto en términos cuantitativos como cualitativos.

Cuando se adopta la planificación en la secuencia propuesta: cosecha, siembra y preparación, se maximiza la eficiencia del agua, ya sea a través de una mayor infiltración de la lluvia en el suelo o a través de un mayor desarrollo del sistema radicular de la caña de azúcar, mejorando las demás variables, permitiéndoles expresar positivamente sus efectos en la obtención de mejores resultados operacionales, agronómicos y ambientales.